octubre 08, 2009

caos

Cuando las cosas están confusas y los bastones arrancan o no son lo suficientemente fuertes para apoyar el paso, el cielo se derrumba por instantes. El sentido pierde su esencia y deja de ser tal. La firmeza del cuerpo y la mente se van y queda la sensación de desalojo. Como si la carne se separara del alma y ésta última quisiera escapar del sitio donde está. Volar lejos, quizás sin rumbo, pero huir del peso de tener que cargar un cuerpo confuso y gastado. Huir, para no tener que lidiar con manos y pies que no responden al deseo profundo de volar. Porque el cuerpo del hombre no se suspende en el aire y la mente sí.
Hay días confusos, hay personas que enredan. Hay situaciones que complican y embrollan el trazado del día. Sin embargo en lo más profundo del ser queda una cadena fina que une cada pedazo del ser que se reparte en el cosmos después de la explosión del sentir. Al final esta cadena envuelve y rearma la confianza. ¿La confianza en qué? ¿en alguien? ¿En uno mismo? Muchas veces no. Hasta eso se apaga cuando la incertidumbre paraliza. Cuando uno se siente ajeno a esta mundo.
Qué queda entonces por hacer. La búsqueda de la felicidad nos invita a hacer y decir aquello que nos agrada. Pero ¿es esta búsqueda válida si en mi paso arraso con el alma de otra persona? ¿Es esta acción pura y digna? Es, entonces, cuando la soledad da respuesta y alivia el sentir de una mente y cuerpo desconectados. Pero esa soledad ha de estar al final acompañado. El bastón que arranca sólo lo hace unos metros, porque si hay algo genuino y que engrandece es compartir la experiencia. Porque lo contado no se cree.
En días confusos se debe explorar el sentir. Y cuando la mente este en caos y se canse de esta condición hay que dejar que la cadena arme al hombre. El hombre ha de retomar su bastón y con ello ha de volver a caminar.


Katherine Cartes