enero 22, 2010

Cuando todo cambia de un momento a otro

Tengo recuerdos de una niñez muy feliz, apegada a mis padres con viajes inolvidables en las vacaciones, risas y una muy buena relación con mi hermana.
A medida que fui creciendo comencé a buscar mi rumbo. Para mi hermana fue claro, ya que tenía una gran conexión con los niños pequeños, en cambio a mí los bebes no me aceptaban del todo. Siempre tuve miedo de tomarlos y lloraban al verme. No creo haber sido tan fea como para asustarlos, además ¿qué saben ellos de belleza o fealdad? Simplemente nunca hubo aceptación mutua. Naturalmente ella estudió pedagogía básica, profesión que desempeña actualmente y es muy feliz. Yo me dediqué a los negocios, mundo de adultos donde es improbable ver a bebés, salvo en alguna empresa dedicada a este nicho, pero que por cierto jamás he contemplado en mi carrera.
Desde ese entonces me convencí de que yo no tenía posibilidad de éxito en un futuro incluyendo a un hijo. Por lo que me auto convencí y proclamé por muchos años que yo no tendría críos, ni mucho menos. Fue entonces cuando descansé de esa responsabilidad (que la sociedad carga a una sin consultar) y me proyecté en una vida dedicada a mis estudios y futuro profesional.
Hoy soy una mujer común y corriente, y me va bien en la vida. Trabajo en pleno centro y cuando subo a la locomoción colectiva me dan el asiento. Eso es atroz. Ahí te das cuenta que verdaderamente “aparentas” ser adulto sobre todo con la tenida de oficina. Mi esperanza es que con jeans aun puedo verme como jovencita (creo).
A partir de mis recuerdos de niña y mis dichos de no querer ser madre, comencé a darle vueltas al asunto y me inundé en un mar de contradicciones. Quizás la naturaleza de mujer y la madurez ya me hacen pensar distinto. Y cuando me encontraba en el proceso de replantear mi forma de ver la vida y de mis prejuicios sobre la maternidad, me entero de que yo estaba embarazada!!
Jamás creí que eso me sucediera a mí. Un premio verdaderamente. A qué, no sé. Pero durante mi lapsus de dudas mi gran cuestionamiento era: ¿se me irá a castigar por las palabras que tanto repetí cuando lola? Pues bien, agradecí que no fuera así y es una Milagro de Dios. Tengo doble corazón ahora en mi cuerpo, que aún no siento, pero que la tecnología permite ver. Y ver a veces es creer. O creer permite ver.
La vida cambia entonces para todos. Un giro en 180 grados me tocó esta vez. Tengo un hombre maravilloso a mi lado. Creo que es más de lo que llegué a proyectar para mi vida. Esto supera mi visión cortoplacista y ahora veo todo, pero no con mis ojos, si no con los de portotín, bautizado así hasta que salga al mundo y respire por su cuenta.
La vida es. Y ahora sé que yo también puedo dar vida.